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sábado, 8 de octubre de 2011

Victor Sjöström (y III). Periplo hollywoodiense: 'El que recibe el bofetón' (1924) y 'El viento' (1928). La retirada del genio.


Tras el éxito de La carreta fantasma, Victor Sjöström dirigirá alguna película más en Suecia hasta recibir una invitación de Louis B. Mayer para trabajar en sus estudios. Mayer, junto a Irving Thalberg, llevaba el control de la recién nacida Metro Goldwyn Mayer. El primer título americano de Sjöström es Name the man, de 1923, título a partir del cual el director firmará con su nombre americanizado (Victor Seastrom).

EL QUE RECIBE EL BOFETÓN (1924). Citada por muchos por ser la primera película en la que figuró el león mítico de la Metro Goldwyn Mayer como icono distintivo de la productora, He, who gets slapped, traducida torpemente al castellano como El que recibe el bofetón, merece ser distinguida dentro de la obra de Sjöström como una de sus grandes películas. Cuenta con un reparto de lujo para la época: como secundarios, se encuentra el galán John Gilberty la esposísima de Thalberg, Norma Shearer; pero destaca sobre ellos el colosal protagonista, Lon Chaney, "el hombre de las mil caras", interpretando un complejo papel en el que, como era habitual en él, aparece fuertemente caracterizado.

La historia es la de Paul Beaumont, un científico al que su mecenas le roba el gran descubrimiento en el que lleva años trabajando y su mujer. Además, le pega una hostia delante de toda la academia de científicos ante la que presenta su proyecto, provocando las carcajadas de todos ellos. Arruinado personal y profesionalmente, decide replantearse su vida y, años después, le veremos trabajar en un circo, decidido a trabajar en lo único en lo que es reconocido públicamente. Caracterizado como el payaso "He", goza de un grandísimo éxito con un número circense basado en que una legión de payasos le da de hostias, una tras otra, le patalean y tiran al suelo, le sacan el corazón de peluche que lleva puesto y se lo entierran. Luego se lo llevan muerto. La gente ríe sin parar.

"He" está enamorado de Consuelo (Shearer), hija de un noble venida a menos, a la que cortejan un trabajador del circo (el citado galán Gilbert) y el mecenas que arruinó la vida del protagonista años atrás (no le bastó con su mujer, ahora también quiere a Consuelo).

Puteado de nuevo por su otrora mecenas, no dudará en acabar con él para librar a Consuelo de su inminente boda y garantizar su felicidad con su amado circense. Desafortunadamente, "He" será gravemente herido y acabará muriendo de verdad delante del público que le admira, que no sabe cómo tomárselo. El sufrimiento que antes hacía reír ahora hace llorar.

He who gets slapped es una maravillosa fábula sobre el mundo del circo. Mientras la historia se desarrolla, Sjöström no duda en meter insertos de un payaso riéndose que juega con una bola del mundo: ¿qué es, al fin y al cabo, la vida, sino eso?

Algunos critican cierta debilidad en la subtrama amorosa Gilbert-Shearer, pero sinceramente no creo que sea tan grave, teniendo en cuenta que casi todo está pensado para hacer que Chaney se luzca. Ojo, ¡y cómo se luce! Cambiando de maquillaje y apariencia en varias ocasiones, se entrega a un difícil personaje en el que ideas como la humillación y el sacrificio están presentes en todo momento. La cinta, ni que decir tiene, está muy bien rodada por Sjöström (estupendos números de circo; gran habilidad en todo tipo de escenas; bonitas analogías y metáforas, destacando las transiciones entre la arena del circo y el mundo que gira;...). Su gran capacidad como narrador es elevada todavía más por la entrega de Chaney, dando como resultado escenas de lo más conmovedoras e incluso épicas (como el martirio final de "He"). Un visionado más que recomendable.

Como curiosidad, tuvo en 1948 un remake argentino, El que recibe las bofetadas, escrito por Alejandro Casona y protagonizado por el papá de Chicho Ibáñez Serrador, Narciso Ibáñez Menta.

Los siguientes títulos de Sjöström siguieron enmarcados en la política de estudios de la Metro: Confessions of a queen (El trono vacante, 1925), The tower of lies (cinta de reencuentro con Lon Chaney y Norma Shearer de 1925, adaptación de una novela más de Selma Lagerlöf, perdida a día de hoy), The scarlet letter (La mujer marcada, 1926, primero de sus dos encuentros con la actriz Lillian Gish), The divine woman (La mujer divina, 1928, con su compatriota Greta Garbo como protagonista; se trata de una película perdida de la que solo se conserva un rollo, un fragmento de unos 9 minutos), The masks of devil (1928), The wind (El viento, 1928) y A lady to love (La mujer que amamos, 1930, protagonizada por Edward G. Robinson y ya sonora).

EL VIENTO (1928). La segunda gran obra maestra de Sjöström cuenta, como La carreta fantasma, con bastantes entradas y reseñas en internet, pero dada su importancia me gustaría revisarla personalmente.

Cuenta la historia de Letty, interpretada por Lillian Gish, una frágil mujer que viaja a una zona desértica de Texas, dejando atrás su pasado para vivir en el rancho de su primo, la única persona que le queda en el mundo. Se trata de un entorno hostil y agobiante, en el sentido geográfico (en viento no cesa, el polvo y las tormentas secas son constantes, interminables) y en el sentido humano (los pueblerinos no la ven con buenos ojos, descargan sus prejuicios contra ella). La mujer de su primo tiene celos de ella y decide echarla de casa. Tres hombres la codician como animal de compañía, uno de ellos casado. Parece que casarse es la única forma con la que tener un futuro y es así como Letty acaba con un hombre al que no quiere. No adelanto más: el resto hay que verlo y asombrarse.

Lillian Gish hace un papelón. Sobran las palabras. Ella fue la que sugirió a Thalberg adaptar la novela homónima en la que se basa la película, así como también impuso a Sjöström (como dije, allí rebautizado Seastrom) como director. El estudio decidió retocar el final original de la novela, con vistas a los resultados comerciales que podría tener la cinta. Se trata, sin embargo, de un título marcado por el personalísimo estilo de Sjöström, por más que viese la luz dentro de la producción de la gran Metro.

Siguiendo la línea de algunas de sus obras nórdicas más importantes, el gran mérito de El viento, bajo mi punto de vista, es el tratamiento que se hace del entorno físico. Ese viento al que se alude en el título, ese tiempo cambiante y agresivo no es más que el reflejo de la angustia de Letty, de sus contradicciones, su sufrimiento, sus miedos. Es un co-protagonista que en todo momento está presente, determinando la historia y la vida de Letty en Texas. Sjöström sabe crear una poderosísima atmósfera de emociones a través del viento, el paisaje desértico y la arena, que atrapa al espectador con una increíble fuerza dramática. Uno no puede sino asentir embobado y dejarse llevar por el subyugante torrente de imágenes y sensaciones que propone Sjöström. Y todo sin sonido. ¿Quién necesita el sonido en una película como El viento? The wind es un peliculón, un manual de cómo hacer cine, una jodida obra maestra.

Tras la realización de su primera película hablada, ya mencionada, La mujer que amamos, Victor Sjöström regresó a Suecia, donde rodó un nuevo título, Markurells i Wädkoping (1931, en el que volvía a actuar como protagonista) y su versión alemana, que no contaron con el éxito esperado. Probó suerte como director por última vez en Reino Unido con Under the red robe (Bajo el manto escarlata, 1937), protagonizada por Conrad Veidt, pero de nuevo sin cumplir con sus expectativas. Ya solo volvería al cine como actor, ocasionalmente, y como responsable artístico de Svensk Filmindustri. A partir de finales de los años 30, la mayor parte de su tiempo profesional lo dedicaría al teatro.

Son particularmente recordados sus papeles de estos últimos años en Hacia la felicidad (Ingmar Bergman, 1950) y Fresas salvajes (también de Bergman, 1957, a la que ya dediqué un post hace varias semanas). Su interpretación de Isak Borg en esta última, por la que recibiría diversos premios, sería su despedida del mundo del cine. Victor Sjöström murió en Estocolmo el 3 de enero de 1960.

Victor Sjöström (II). Esplendor sueco. 'Los proscritos' (1918), 'El monasterio de Sendomir' (1920) y 'La carreta fantasma' (1921).

'Los proscritos'. Considerado un hito cinematográfico, este filme supone la confirmación de la buena reputación como creador de Sjöström. Si bien hasta ahora su cine podía resultar difícil para el espectador actual, a partir de este título la modernidad de su lenguaje lo hace perfectamente asequible. Dicha modernidad visual ya había empezado a vislumbrarse en Terje Vigen. Aunque en algún momento decaiga su ritmo, no aburre como pueden aburrir sus antecesoras, es decir, si por ejemplo hace falta esfuerzo para acabar Ingeborg Holm, no cuesta ver Los proscritos.

La película cuenta la historia de un hombre, Ejvind, que llega al norte de Islandia huyendo de su pasado. Acusado de ladrón, tuvo que huir del sur dejando a su familia. En el norte, entrará a trabajar en la finca de Halla, una mujer que acabará enamorándose de él. Cuando sea descubierto y reconocido por su pasado delictivo, ambos huirán a refugiarse en las montañas, donde tendrán un hijo y su amor les bastará para sobrevivir. Hacia el final, su estabilidad se verá quebrada, perderán a su hijo y, perseguidos, morirán congelados años después, entre discusiones, solos y viejos.

Basada en una obra de teatro de gran popularidad en la época, Los proscritos es recordada sin duda por el uso narrativo que Sjöström hace del paisaje. Es un tercer personaje, sumado a la pareja. El norte de Suecia en el que se rodó viene a sustituir el de Islandia –donde se sitúa la historia- de la manera más creíble y emocionante. Es insólita en el cine de estas fechas la manera en la que se retrata la naturaleza más bella y salvaje, ante cuya inmensidad el ser humano queda diminuto. Las abruptas montañas, géiseres y lagos naturales son la proyección en imágenes de la manera de sentir apasionada y desarraigada de los protagonistas.

De nuevo, Sjöström desempeña el papel protagonista, algo muy a destacar en un género como el drama, pues los roles de director-guionista-protagonista ejercidos por un solo individuo tan solo eran habituales en la comedia. Sus películas, a pesar de tender a enmarcarse en ciertas convenciones argumentales debido a las exigencias y limitaciones de la época, revelan una manera de contar de lo más personal. Su estilo es visible en todo momento y llegará a la cumbre en los años venideros.

Como bien he señalado al principio, en este periodo Sjöström ya se ha labrado una gran reputación como cineasta. La escritora
Selma Lagerlöf le autoriza, tras ver Terje Vigen, a que su productora, Svenska Biografteatern, adaptara al menos una de sus novelas por año, lo cual es sorprendente pues hasta entonces se había opuesto a que se trasladara al cine algún texto suyo. Como director, acabará un promedio anual de 2 películas en este periodo. Predominan las adaptaciones literarias y teatrales, empleando como reclamo para los espectadores de la época cierta idea de qualité en el cine, así como confiando en el éxito de la versión original para que la cinematográfica resulte exitosa.

'El monasterio de Sendomir'. Un grupo de nobles van de camino a Polonia y deciden pasar la noche en un monasterio. Preguntan a un monje por el origen del edificio y éste les cuenta la historia del conde Starschensky, un hombre rico y poderoso cuya felicidad desapareció en el momento en que se enteró de las infidelidades de su mujer. El conde trata de cazarla en acción, la caza, y acaba matándola y quemando su castillo para hacer de él un monasterio. Ante la sorpresa de los nobles a quienes cuenta la historia, el monje se revela como el conde Starschensky, anciano y triste, todavía atormentado por su crimen y la traición de su mujer.

Si bien el recurso de los saltos temporales en forma de flash-back había tenido lugar en algún momento de Los proscritos, El Monasterio de Sendomir está contada prácticamente con este recurso. Terje Vigen, aunque podría ser considerado casi en su totalidad uno, no lo valoro como tal por tratarse puramente de un relato del pasado que no tiene ni origen ni continuidad en el presente.

Destacan como protagonistas absolutos de la cinta Tore Svennberg y Tora Teje como el conde y la condesa, respectivamente. El interés de El monasterio de Sendomir, más allá de su inevitable flashback, radica en que la historia se desarrolla casi en su integridad dentro de un castillo. La gran mayoría de las escenas son interiores y, sin embargo, el resultado no es un filme teatral:mediante el lenguaje cinematográfico, cada vez más desarrollado en la filmografía de Sjöström, se logra involucrar al espectador en el puro drama. Puede que estén trasnochados ciertos aspectos de los personajes (no hay que olvidar que se basa en un relato escrito un siglo antes), como por ejemplo el hecho de que sean nobles y ricos los protagonistas y los problemas maritales transcurran en un castillo, pero quedarse en eso no hace justicia a la película. La cinta cuenta un drama matrimonial en toda regla, con infidelidades, engaños, trampas y celos y los temores y sorpresas que se va llevando el conde a lo largo del metraje, que se transmiten perfectamente al espectador. No es el drama de alta alcurnia habitual, sin duda. El hecho de que Sjöström apueste por el intimismo y se desenvuelva tan bien en este ámbito después de dos grandes producciones como Terje Vigen y Los proscritos, dice bastante del talento como narrador de este director.

'La carretera fantasma'. En 1921, Sjöström dirigiría la que probablemente es su mejor película. De lo que no hay duda es de que fue la que le lanzó definitivamente al mercado internacional y la que facilitó su acceso a Hollywood dos años después.

La carreta fantasma es la primera producción de la mítica Svensk Filmindustri, que décadas más tarde produciría las películas de Ingmar Bergman. Esta productora fue el resultado de la fusión entre Svenka Biographteatern, para la que trabajaba Sjöström, y Filmindustri AB.

Con un guión de estructura compleja, el director cuenta –y protagoniza- la historia de David Holm, un hombre atormentado que, consciente o inconscientemente, hace la vida imposible a sus seres queridos y también a sí mismo.

Dado que en estos post quería centrarme en las obras relevantes de Sjöström que no tienen apenas tratamiento en internet y, para no escribir sobre lo que ya está escrito, recomiendo a los interesados en La carreta fantasma que pinchen en el siguiente
enlace: me parece el mejor comentario sobre esta película que he encontrado en internet.

Por lo demás, creo importante señalar la enorme influencia que ejerció esta película en la manera de entender el cine de Ingmar Bergman, quien la descubrió a los 15 años y, décadas después, retirado en la isla de Faro, acostumbraba a verla cada verano. La manera de presentar temas como la desintegración familiar, la falta de fe y la angustia vital que ofrece Sjöström en La carreta fantasma son un claro antecedente de todo aquello que Bergman desarrollará en su cine muchos años más tarde. A modo de homenaje, una de sus últimas películas, rodada para la televisión,Creadores de imágenes (2000), aborda la creación de La carreta fantasma por parte de
Sjöström y Lagerlöf.

Victor Sjöström (I). Padre del cine nórdico. Inicios, Ingeborg Holm (1913) y Terje Vigen (1917).


¿Quién es Victor Sjöström? ¿Quién ha sido, fue o es? ¿Qué? Es complicado precisar y hacerle justicia. A día de hoy se trata de un director muy olvidado, un nombre tan solo recordado por los espectadores modernos por su papel protagonista en Fresas salvajes (Ingmar Bergman, 1957). Los más avezados puede que lleguen a citar La carreta fantasma (1921) como su trabajo más representativo. Se trataría de aquellos que le conocen a través de Bergman, en quien influyó muy directamente. Otros llegarán a mencionar El viento (1928) como su otra gran película… Pero realmente, no hay una conciencia clara de su importancia y del interés de su cine. Sin duda, La carreta fantasma y El viento son las dos cumbres de su carrera como creador, pero Sjöström ofrece más en su cine y no hace falta ser historiador de cine para poder reconocer el mérito de sus otras obras. Con este post quiero sobre todo dar a conocer un poco más esas “otras obras” interesantes.
El cine nórdico del mudo dio a luz a una serie de directores brillantes y de notable relevancia: véanse Mauritz Stiller (director de La saga de Gösta Berling [1924]] y descubridor de Greta Garbo), Benjamin Christensen (autor de la película considerada por muchos pionera del terror, La brujería a través de los tiempos [1923]), Carl Theodor Dreyer (que empezaría a realizar sus primeras películas en su Dinamarca natal),… Su importancia es notable, pero realizaron sus películas, o al menos las mejores, en la década de los 20. En cambio, Sjöström empezó a lanzar sus títulos, influyentes y adelantados, en la de los 10. De ahí su importancia: Sjöstrom es un pionero en muchos aspectos del desarrollo del medio cinematográfico.
Pasando por alto algunos apuntes biográficos, cabe destacar que Sjöström nació en 1879 en Värmland, Suecia. Su familia estaba asentada en la producción teatral y desde muy joven entabló contacto con el mundo del espectáculo. Su éxito como actor y director de teatro le permitieron en 1912 ser invitado a dirigir películas por la productora Svenska Bio. Su primera película fue Una vida arruinada (1912). La segunda, El jardinero, la primera en ser censurada en Suecia.

INGEBORG HOLM (1913)
Ingeborg Holm es la primera gran película del director que nos ocupa. Está considerada por la crítica el primer clásico de la historia del cine sueco. Basada en una obra literiaria de Nils Krok, cuenta la historia de una mujer cuyo marido, dueño de una tienda de comestibles, muere, dejándola en la ruina. Las deudas del banco y el cuidado de los niños la llevan a acabar en un hospicio, incapaz de mantener su economía. Sus hijos le son retirados y dados en adopción. Cuando se entera de que uno enferma, no duda en escapar del hospicio con tal de verle. Los funcionarios públicos irán tras ella, a cazarla, tratándola de vagabunda. La dura realidad que vive va minando la salud física y mental de Ingeborg quien, tras no ser reconocida por uno de sus propios hijos, acaba volviéndose loca, perdiendo cualquier noción de la realidad y ansia de libertad. Pasará años acunando un trozo de madera como si de uno de sus hijos se tratara hasta que uno de ellos, ya adulto, acuda a visitarla, dándole de nuevo esperanzas y un poco de cordura.

Se trata de una película bastante adelantada a su fecha de realización. Supera la hora de duración y apuesta por un realismo evidente en los movimientos e interpretaciones de los actores. Nada de histrionismo, solo realismo. Se trata de dos cosas realmente novedosas para el año 1913. Muchos señalan a Sjöström como uno de los padres del realismo en la ficción cinematográfica, casi al nivel de Griffith en ese aspecto.

La cinta destaca también por el hecho de presentar a una actriz de renombre entonces, Hilda Borgström, como protagonista, reflejo de la progresiva implantación de un star system en el medio. Borgström y Sjöström seguirían colaborando en otras películas, entre las que se encuentra la ya citada Carreta fantasma. Asimismo, Ingeborg Holmes recordada por la polémica que suscitó en la sociedad sueca del momento, provocando cambios estructurales en la seguridad social y en los hospicios existentes para los desamparados, a quienes la historia de Ingeborg Holmhabía humanizado de cara a los sectores sociales más acomodados.

Sin embargo, a nivel de lenguaje visual, la película, aunque incluye ciertos adelantos, sigue enmarcada dentro del modelo de representación primitivo, y por lo general siempre presenta cada escenario desde un único punto de vista.

TERJE VIGEN / HABÍA UNA VEZ UN HOMBRE (1917)
Las películas firmadas por Sjöström a mediados de los años 10 son numerosas: su producción es imparable. Terje Vigen es la película más interesante de ese periodo, y prácticamente la que lo cierra. Se trata de la película más cara del cine sueco hasta entonces, así como la cinta que marca, según algunos, el inicio de la edad dorada del mudo sueco (que otros señalan en otra película posterior del director, Los proscritos [1918]).

Terje Vigen está protagonizada por Sjöstrom y se basa en el poema homónimo de Henrik Ibsen. Cuenta la historia de un experimentado marinero noruego quien, debido al bloqueo militar de la isla en la que vive con su mujer e hija por parte de los británicos, decide tomar una barca para traer provisiones desde Dinamarca. Vigen será capturado y encerrado durante 5 años, en los que morirá su familia. A su regreso a Noruega, envejece en soledad hasta una noche en la que una tempestad hace peligrar el futuro de un barco cercano a la costa. Vigen irá a prestar auxilio, pero más tarde dudará, al darse cuenta de que el hombre a quien pertenece la embarcación es aquel por el que fue encerrado mientras sus seres queridos morían. El héroe decide no vengarse y dejar con vida al británico y su familia, dando ejemplo.

La obra se divide en cuatro actos. Sus rótulos son fragmentos del poema de Ibsen. La copia disponible actualmente es un hallazgo reciente del Instituto de cine sueco, que se ha encargado de restaurarla y difundirla de nuevo. En esta cinta empieza a apreciarse la gran importancia de los paisajes y de la naturaleza en el cine de Sjöström como reflejo de la personalidad de los personajes y como elementos con los que dotar de mayor carga dramática y profundidad al relato. El mar es tratado como la mayor expresión del carácter apasionado y heroico del protagonista. Si bien Griffith fue el primero que se encargó de dar importancia al paisaje, nadie le dotará de tanta entidad en el mudo como Sjöström, hasta el punto de hacerle constar prácticamente como un personaje adicional.